Kaliste ya no sabía qué hacer, veía cómo toda su vida se iba al traste, no encontraba una escusa realmente buena para explicar aquel cambio producido en ella, los nervios la mataban y para colmo, Erik quería volver a verla, pero ¿quería verla a ella o a Evolet? No sabía que pensar. Decidió tumbarse en la cama y relajarse y tras un suspiro que se escapo de su boca, rápido como el viento, recordó aquello que le encantaba hacer de pequeña, aquello que hacía que todo lo malo pasara. Decidió ir al lago que estaba junto a la torre Bohemia.
Siempre que se bañaba en sus aguas
sentía como la luz del cielo que se reflejaba en ellas también lo hacía en ella
misma y esto la reconfortaba, se podría decir que la llenaba de luz y eran
aquellos colores los que hacían que todo lo malo huyera en la oscuridad
rehuyendo el haz de luz y de color que emanaba del lago. Solía ser una zona muy
poco transitada ya que se encontraba algo a las afueras y eso hacía que para
Kaliste tuviera ya la magia que cualquier otro lugar no tenia. Le gustaba
bañarse sin ropa ya que con ella, el peso que ejercía ésta sobre ella al estar
empapada, en vez de reconfortarla y liberarla de sus angustias producía el
efecto contrario, por lo tanto se quitó la ropa y se metió al lago. Le
encantaba bucear sobre sus aguas y ver
por momentos fugaces los diferentes colores que el agua escondía en su fondo.
Para cuando sus dedos comenzaron a arrugarse debido al agua, sus preocupaciones
se habían esfumado y como toque final siempre solía ponerse boca arriba y
contemplar el cielo mientras sentía las pequeñas corrientes de agua acariciando
su cuerpo desnudo pero hubo algo que la inquietó por un segundo, algo que no
vio antes, era una luz, una luz azul blanquecina y estaba justo debajo de ella.
Se sumergió para buscar el foco de aquella luz y se llevó una gran sorpresa al
descubrir qué era. Era un anillo, un anillo que brillaba y en su interior algo
se removió, un sentimiento de familiaridad que nunca antes había vivido, pero
¿cómo era posible? En su vida había visto un anillo semejante, pero algo en
ella le decía lo especial que era.
Salió del agua y después de colocarse
de nuevo la ropa ahora algo húmeda por su cuerpo, se sentó bajó la sombra de un
árbol y lo contemplo. Después de ver la esfera de luz que emanaban los ojos de
aquella extraña serpiente que formaba el anillo, tuvo el impulso de colocárselo
en el dedo y justo en ese momento vio como la serpiente se movía en él como
cobrando vida, adaptándose a su pequeño dedo. Esto provocó que un chillido
escapara de su boca y el instinto y el miedo le obligo a intentar quitárselo a
toda costa, pero todo movimiento fue en vano, la serpiente permanecía en su
dedo, inmóvil y brillando cada vez más. Los diferentes haces de luz, algunas
azules, otras blanquecinas, que salían de aquel anillo la guiaban a la misma
torre, la torre Bohemia, y entonces comenzó a recordar aquel sueño que una vez
tuvo y al que no le dio demasiada importancia, pues llevaba muchos años
obsesionada con aquella historia que su madre le narraba por las noches sobre
la joven Evolet y su reino, aquella joven encerrada en Bohemia, su eterno
palacio. En el sueño se veía a ella misma dentro de la torre, sentía la
angustia de permanecer encerrada en ella. Se vio observarse en el espejo muerta
de miedo, palpando cada centímetro de su cara…
Cuando lo soñó no le dio demasiada importancia, siempre había soñado con
entrar en Bohemia y recorrer aquellas habitaciones que Kaliste imaginaba que
allí había, se imaginaba viviendo allí, soñaba con algún día lograrlo, pero no
le dio demasiada importancia a la angustia vivida, al miedo, no le dio
demasiada importancia al hecho de que cuando palpaba su rostro no era ella
quien lo hacía, pues observaba desde un rincón de la inmensa habitación en la
que soñaba, algún día, poder dormir.
De pronto miles de recuerdos la
inundaron y aquel extraño déjàvu… Ella ya había vivido todo eso, ella también
se levantó una noche y al contemplarse vio como su rostro dejó de serlo para
ser ahora el de Evolet, y aquella torre, ella encerrada allí… no podía ser,
tenía que ser una fantasía suya, aquello que se le cruzaba por la mente, no, no
podía ser cierto, pero era tan grande aquel pensamiento, si ya le había
ocurrido a ella, había sufrido en su propia piel un suceso mágico, algo que
nadie jamás imaginaria, y allí estaba, con un nuevo rostro, un nuevo cuerpo, el
de Evolet, por lo tanto ¿por qué no? ¿Por qué no cabía la posibilidad de que
Evolet también hubiera sufrido el cambio y ahora su cuerpo era el suyo? Y
meditándolo un poco, tampoco le pareció algo tan descabellado, total todo lo
que creía imposible se hacía realidad por momentos, asustándola mucho,
demasiado para su gusto.
Aquella mínima posibilidad de que
Evolet viviera y que además ahora lo hiciera con su cuerpo hizo nacer una
pequeña chispa de esperanza que la conducía a aquella torre donde se suponía se
encontraba Evolet, osea ella, o mejor dicho, su cuerpo.
Decidió entonces acercarse a la torre
y empezó a rodearla en busca de algo, un pista, algo que le ayudará a
comprender el giro que su vida había dado y fue entonces cuando dio con una
inscripción que se hallaba tallada en la torre y que decía:
Κυανδο ἀλλες τυ ὁτρα
μιταδ, ἐνκοντραρας
ἐλ καμινο κυε τε κονδυκιρα ἀ ἐλλα,
ἀ ἀκελλο
κυε τε ἀτορμεντα,
ἀκελλο κυε ἱζο
κυε ὁψ ἐστες ἀκυι.
Ἐνκυεντραλα ψ λα ἀρας
λιβρε. χυντας χομπλεταρεις ἐλ
φιναλ.
“Cuando halles tu otra mitad,
encontrarás el camino que te conducirá a ella, a aquello que te atormenta,
aquello que hizo que hoy estés aquí. Encuéntrala y la harás libre. Juntas
completaréis el final.”
Me encanta!!! Llegué aquí buscándome a mi misma...
ResponderEliminarAntares muchas gracias por dejarnos tu comentario, nos anima mucho saber que te gusta, espero que continues con nosotras en esta historia yq ue nos sigas comentando. Un besazo enorme!!!
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