Kaliste comenzó su nuevo día con su nueva
forma corpórea y con un propósito,
devolverle la vida a la ciudad de Alarmony. En principio tenía clara la teoría:
tenía que seducir a un muchacho que llegara a amarla tan profundamente como
para deshacer el hechizo. Era fácil de decir pero se dio cuenta de que no sabía
por dónde empezar. El único amor de su vida fue Erik y desde que ella tenía 6
años y él superándola en 3, No se volvieron a frecuentar como antes. La
diferencia de edad los separo lo suficiente para que su amistad se resumiera en
un “hola” y “adiós”. A veces incluso más formal.
Kaliste llegó a confesarle su amor cuando
eran niños pero ¿quién echa cuenta a los sentimientos a esa edad?
Recuerdos
Al terminar de almorzar Kaliste tenía la
costumbre de salir corriendo a ver al gato del vecino, Oculos. Lo que le atraía
de este gato no era ni más ni menos que sus ojos. Todos conocemos la rareza de
los ojos de los gatos y de su cautivadora mirada pero este tenía algo mucho más
especial. Sus ojos cambiaban de color
cada día. Y esto para su dueño suponía una gran ironía pues este era
ciego. Kirios rondaba los 70 años y le
encantaba la compañía que le ofrecía Kaliste. Ella intentó explicarle cómo era
ver los colores a través de los ojos del gato. Pero le costaba muchísimo
explicar algo que ni ella misma había
conocido antes ni tenía referente para explicarle a un ciego que nunca vio más
que oscuridad. Y esto le hacía sentirse bastante frustrada.
Un día le preguntó a su madre como podía explicárselo. Y a esta se le
ocurrió que cada vez que fuera a ver los
ojos del gato, llegara a casa y le contara qué sensación le transmitía. Ese día le dijo que los ojos le habían hecho
sentir calidez. Otro día le dijo que le transmitía esperanza. Al día siguiente
era confianza… Y así sucesivamente lo
iba recogiendo la madre por escrito para luego poder transmitírselo con
claridad a Kirios.
Un día de esos en que Kaliste había pasado
la tarde observando al gato, muy atenta al color de sus ojos se dio cuenta de
que era un color muy difícil de expresar no sabía con claridad que sentimiento
le provocaba y para colmo ese día más que ningún otro Oculos no para de
moverse de aquí para allá.
Kaliste siempre se había sentido cómoda en
la casa de Kirios para expresarse con total libertad. Porque sentía que no la
juzgaban ningunos ojos y quitaba peso a lo ridículo que pudieran parecer sus
movimientos. Los que para ella eran
divertidos.
Ese día que estaba tan centrada en el gato
e intentando seguir sus movimientos no
se fijo en ningún momento que desde la ventana que daba al jardín donde ella
jugaba, un chico la miraba intentando
comprender que narices hacía. Y éste terminó gritándole desde su ventana que qué era lo que estaba haciendo. A lo que
Kaliste reacciono levantándose muy rápidamente y mirando a todos lados en
búsqueda de la voz que le gritó. Descubrió al chico de la ventana que la miraba
con una sonrisa burlona.
Él era el nieto de Kirios que había venido
a pasar la tarde en su casa. Cuando le
miró se puso colorada y salió corriendo.
Cuando llego a casa, más temprano de lo habitual. Su madre a forma de rutina le
pregunto que había sentido. Y ella le
contesto: -Me sentí con mucho calor.
Pero era un calor que me llenaba la barriga y me calentaba los mofletes.
Y me hizo temblar las piernas y las manos. Y creo que así me sigo sintiendo
todavía.- Todas las palabras le salían con gran rapidez y entre frase y frase
le costaba tragar saliva. La madre muy sorprendida le pregunto si se refería al
color de los ojos del gato. Y Kaliste
respondió de nuevo de la misma forma, que
no pudo ver el color de los ojos porque el estúpido gato no paraba de
moverse. La madre le pidió que se tranquilizara y le regaño por decir aquel
peyorativo para hablar del gato, el cual seguro, no habría tenido nada que ver
con su humor. Le pidió entonces que le dijera que era lo que le ocurría pero
antes de eso apreció el chico de la ventana y Kirios llamando a la puerta.
Estos se habían acercado para que Erik pidiera perdón a Kaliste por haberla asustado. Y le traía
una flor que de camino a su casa había desintegrado por haberla apretado con
demasiada fuerza. Y cuando quiso mostrársela a forma de sorpresa se la encontró
tan estropeada que hizo reír a Kaliste. Y este muy avergonzado le dijo que le
traería otra.
Kirios les propuso que se fueran a jugar
juntos. Así lo hicieron todas las tardes que Erik pasaba con su abuelo que
comenzaron a ser más continuas.
Uno de esos días cuando estos dos jugaban a ver quien
encontraba más babosas, juntos sentados en el césped visualizando a lo lejos el
rio de la torre Bohemia, Kaliste le dijo de forma muy sería: - Erik, tu y yo ya
no somos niños yo lo paso muy bien
jugando contigo y pienso seriamente que no encontraré a otra persona con la que
divertirme tanto. Y quiero que vivamos juntos
para que así nunca te vayas, ni tampoco tengas que volver a ningún
sitio. – Kaliste no había apartado la mirada de la planta que estaba deshojando
y a cada frase que decía más sonrojada se ponía. Y Erik la miró le sonrió y le
dio un beso en la frente. Kaliste le miró muy enojada porque ese beso
significaba que la consideraba pequeña y que no la tomaba en serio. Sin embargo
Erik le propuso que lo harían cuando fueran más mayores y que le gustaría que
la casa se situara cerca del rio. Ambos se miraron y se sonrieron. Y ella no segura del todo le pidió que se lo prometiera. Este rio y dijo:- Lo
prometo Kaliste, lo prometo.
DALALAI jajaja
ResponderEliminarA ver para cuando el próximo capítulo
Esta muy chulo, animo chicas ^^
Jujú gracias Sergio. Nos anima mucho que nos comentes.^^
ResponderEliminarMuy bonita esta historia de fantasía. ¡Imaginación no os falta!. Esperaremos para ver qué rumbos va tomando. Gracias por compartirla ;)
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