Algo nuevo recorrió el interior de Kaliste, ese beso… le
recordaba a algo pero no sabía muy bien a qué.
Cuando se ponía nerviosa no podía pensar con claridad y aquel
beso había conseguido nublar la mente de ella al completo por lo que decidió
hacer lo que Desmon le había propuesto. Al fin tenía la posibilidad de explorar
La Torre en la que desde pequeña soñaba entrar. Había demasiadas cosas que no
entendía… ¿cómo había entrado allí? ¿Quién era Desmon? Era la primera vez que
lo veía pero internamente no lo sentía de ese modo.
Comenzó a pasearse entrando en cada una de las habitaciones que
había. Le costaba algo caminar <<menos mal que me dejó el paraguas para
apoyarme…>> pensó. Entró en una de las habitaciones. Era una especie de
salón con un escritorio donde había un libro, un libro que captó su atención
por la figura que tenía en su portada. << Se parece tanto a…>> pero
antes de finalizar el pensamiento su anillo comenzó a brillar. Cuando quiso
darse cuenta estaba abriendo el libro y ante sus ojos comenzaron a aparecer
imágenes, millones de imágenes. Parecían antiguas y parecían querer contar
algo. Eran imágenes de Desmon. Estaba algo cambiado a como lo había visto
antes. Sonreía sin parar, se le veía tan feliz. De pronto un sentimiento de
celos la invadió. << Cómo puedes sentir celos por alguien que acabas de
conocer, Kaliste…>> pero algo interrumpió su lucha interna; otra imagen.
En ella aparecía una joven, la joven que provocaba la sonrisa de Desmon. El
sentimiento de celos aumentó vertiginosamente pero esta vez acompañado de
incredulidad. La chica de la imagen era ella. << Pero… cómo…>>
susurró mientras acercaba la mano a la imagen para tocarla cuando de pronto,
con el simple contacto un sinfín de imágenes la golpearon sin que ella pudiera
evitarlo…
Sentía el frío en sus pies descalzos mientras se
empapaban en la húmeda hierba que yacía bajo ella. Giraba y giraba mientras
todas aquellas gotas de lluvia la empapaban sin cesar. Estaba ya haciéndose de
noche pero no importaba, estaba donde quería estar. Sabía que aquello estaba
prohibido; no debería haber huido a aquel lugar ni con aquella persona. Todo le
traería consecuencias nefastas pero no le importaba, ahora ya no. Una voz hizo
que parara.
– Con que estabas aquí, eh...
Miró en dirección a la voz que tan familiar le
resultaba y allí estaba Desmon, observándola mientras se apoyaba en el marco de
la puerta con una sonrisa dibujada en la cara.
– Es tan sumamente relajante esto– Le respondió
cerrando los ojos mientras elevaba los brazos y comenzaba a sentir el peso del
agua sobre ella. Pero algo hizo que abriera los ojos. Desmon se había acercado
hasta ella abrazándola por detrás. La lluvia no cesaba y de pronto un rayo
cruzo el cielo estrellado iluminándolo por un instante.
Kaliste no pudo evitar sonreír ante esto. Desmon
la sujetaba por la cintura. Estaba ya casi igual de mojado que ella y poniendo
detrás de la oreja uno de los mechones de cabello le susurró:
– Me encanta verte bajo la lluvia, estas tan sexy–
Y sujetándole la mano la hizo girar y girar y girar hasta que Kaliste perdió el
equilibrio y chocó encontrándose frente a él mientras sus cuerpos empapados se
pegaban como imanes deseosos de encontrarse y no separarse jamás.
– Lo siento…– susurro sonrojándose un poco y otro
rayo surcó el cielo. Kaliste se quedó observando el cielo y entonces Desmon
sujetándole el rostro la besó.
Kaliste volvió de pronto a la realidad. Aquel beso… se parecía
tanto al beso de hace unos minutos… pero no tuvo mucho más tiempo para reflexionar
puesto que mas imágenes, mas recuerdos le invadieron…
Estaban en una casita en la montaña. El mismo
lugar donde unos minutos antes se había besado con Desmon bajo la lluvia. El
lugar era de estilo rústico y con una sola planta. No era muy grande pero allí
había lo suficiente para pasar la noche. Ambos estaban sentados frente a una
chimenea que emanaba calor y brillantes haces de luz que envolvían toda la
estancia sin necesidad de velas.
De pronto la mirada de ambos se encontró. Aquellos
ojos azules de Desmon junto con los violetas de Kaliste. Desmon jugueteaba con
uno de los mechones empapados de Kaliste mientras que ella sentada a su lado
con las piernas sobre él miraba absorta las llamas que crecían y desaparecían
sin cesar. Era todo tan mágico… pero de pronto la puerta se abrió apareciendo
en ella una figura, un hombre al que Kaliste no reconoció y que a pesar de ello
le provocaba pavor, un miedo infinito, sentía que todo estaba perdido…
– ¡No!– chillaba– No, no puedes… no, déjame, no…
¡Desmon! No, por favor, a él no…
– Kaliste, cielo responde, Kaliste mírame soy yo, Desmon.
Kaliste mi amor, por favor, reacciona…
– ¡Nooooooooooooo!– gritaba sin poder contener las lágrimas- Noo…–
y de pronto se sentía tan vacía, era como si le hubiera arrebatado a lo que más
quería en el mundo, le hubieran arrancado el alma, como si aquello que tanto
ansiaba estuviera en peligro, era como si Desmon…
– Desmon… Desmon…– Y cayendo de rodillas rompió a llorar
mientras él la abrazaba.
– Estoy bien pequeña, todo está bien, ya pasó.